Moscú, 29 de junio, RIA Novosti.
Geólogos europeos y rusos descubrieron cerca de la ciudad de Maniitsoq, Groenlandia, el más antiguo cráter de la Tierra de 100 kilómetros de diámetro que surgió hace 3.000 millones de años por la caída de un asteroide de 30 kilómetros, dice un artículo publicado en la revista Earth and Planetary Science Letters.“Este descubrimiento único permite estudiar las consecuencias de un bombardeo meteórico del planeta que se produjo 1.000 millones de años antes de lo que se creía anteriormente. Necesitamos tres años para convencer a la comunidad científica acometer tal estudio. Los empresarios fueron los primeros en reaccionar. Organizaron la exploración del cráter en 2011, esperando encontrar yacimientos de níquel y platino”, dijo Iain McDonald, de la Universidad de Cardiff, quien dirige los estudios.
McDonald y sus colegas, incluido Borís Ivanov, experto de un instituto de la Academia de las Ciencias de Rusia, hicieron tal descubrimiento tras realizar varias expediciones a Groenlandia en 2010 y 2011.
El geólogo Adam Garde, del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, fue el primero en suponer la existencia de un cráter en ese lugar en 2009. Mientras estaba analizando unos mapas geológicos de los alrededores de Maniitsoq, descubrió anomalías extrañas en la estructura de las rocas locales, provocadas, al parecer, por el impacto de un meteorito gigante.
Al estudio de ese fenómeno se incorporaron científicos de Rusia, Gran Bretaña y Suecia. Fueron organizadas dos expediciones, durante las cuales fueron desechadas otras explicaciones de dichas anomalías y se confirmó la del impacto de un meteorito gigante.
Ese acontecimiento se produjo hace unos 3.000 millones de años. Eso explica la ausencia de la taza, forma habitual delos cráteres. Durante un tiempo tal largo, Groenlandia vivió varios períodos glaciales y de formación de montañas, que borraron todas las huellas de la caída del meteorito, excepto las deformaciones provocadas en las rocas por la onda de choque.
Los cálculos realizados permitieron concluir que se trató de un asteroide de más de 30 kilómetros. De caer tal cuerpo sobre un continente, habría provocado un embudo de hasta 600 kilómetros de diámetro, o el doble que el cráter Vredefort en Sudáfrica. Según geólogos, un cuerpo celeste de ese tamaño es capaz de “evaporar” un Estado mediano y borrar de la faz de la Tierra todas las formas superiores de la vida.
Este descubrimiento ayudará también a los astrofísicos a comprender mejor las condiciones en que se formaban planetas y meteoritos durante la juventud del Sistema Solar, suponen científicos.
RIA Novosti
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