sábado, 1 de dezembro de 2012

Una nueva guerra estalla en el Congo envuelta en un silencio atronador 01/12/2012


Le Grand Soir

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.


La última guerra del Congo acabó en 2003 después de causar 5,4 millones de muertos, el mayor desastre humanitario desde la Segunda Guerra Mundial. El silencio internacional permitió aquella masacre al ignorar la guerra y ocultar sus causas porque los gobiernos apoyaban a los grupos involucrados en los combates. Ahora ha empezado otra guerra en el Congo y el silencio, otra vez, es atronador.
Podría parecer que el presidente Obama no se ha enterado de que ha estallado otra guerra en el Congo, marcada todavía por la guerra anterior, y que no ve el problema de los refugiados ni los crímenes de guerra cometidos por la milicia M23 que invade el país y ataca al gobierno de la República Democrática del Congo (RDC) elegido democráticamente.
Pero las apariencias engañan. Las manos del gobierno estadounidense están tan manchadas de sangre en este conflicto del Congo como lo estuvieron en el anterior, bajo la presidencia de Bill Clinton. La inmovilidad del presidente Obama es un aliento voluntario para los invasores de la misma manera que lo fue la de Clinton. En vez de denunciar la invasión y el intento de derrocar a un gobierno democrático elegido, Obama se convierte en cómplice voluntario de los invasores guardando silencio, un silencio muy expresivo.
¿Por qué hace esto Obama? Los invasores están armados y financiados por Ruanda, una «gran aliada», una marioneta de Estados Unidos. La ONU ha publicado un informe que demuestra que el gobierno de Ruanda apoya a los rebeldes, pero el gobierno y los medios de comunicación estadounidenses pretenden que creamos que esa información es cuestionable.
La última guerra del Congo causó 5,4 millones de muertos y también fue consecuencia de la invasión de soldados ruandeses y ugandeses, como explica el periodista francés Gérard Prunier en su excelente obra La guerre mondiale de l’Afrique.
De hecho hay numerosos criminales de guerra ruandeses implicados en la última guerra del Congo y perseguidos por la Corte Penal Internacional, como Bosco Ntaganda, dirigente de la milicia M23. El presidente de Ruanda, Paul Kagame, es un «gran amigo» de Estados Unidos y uno de los criminales de guerra más notorios del mundo por el papel principal que desempeñó en el genocidio ruandés y en la guerra del Congo que tuvo lugar a continuación.
Un grupo de militantes congoleños y ruandeses no deja de reclamar que se juzgue a Kagame por su papel clave en el genocidio ruandés.
Como explica Prunier en su libro, el genocidio ruandés fue desencadenado por la invasión de Ruanda de Kagame –desde Uganda, aliada de Estados Unidos- Cuando Kagame tomó el poder en Ruanda tras el genocidio, informó a Estados Unidos –durante un viaje a Washington- de que iba a invadir el Congo. En La guerre mondiale de l’Afrique Prunier cita a Kagame:
«He mencionado (a Estados Unidos) el hecho de que si la comunidad internacional no hace nada (contra el Congo), Ruanda actuará… Pero ellos (el gobierno de Clinton) no han dado respuesta» (p. 68)
En el lenguaje de la diplomacia internacional, el hecho de no responder a la amenaza de una invasión militar constituye una luz verde diplomática indiscutible.
Obama vuelve a dar la misma luz verde cegando a los mismos criminales de guerra mientras vuelven a invadir el Congo.
¿Pero por qué empezar otra guerra? El presidente de la RDC, Joseph Kabila,  colaboró en la invasión militar durante la última guerra congoleña. Como un buen chucho entregó la inmensa riqueza mineral y petrolera del Congo a las multinacionales. Pero enseguida empezó a tirar de su correa.
Se distanció de las marionetas estadounidenses de Ruanda y Uganda, por no hablar del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial controlados por Estados Unidos. El FMI, por ejemplo, desaconsejó a Kabila que firmara un acuerdo estratégico de desarrollo e infraestructuras con China, pero Kabila no hizo caso. Según The Economist:
«…Parece que (El Congo) ha ganado el combate que le enfrentaba a los donantes extranjeros con respecto a un acuerdo de explotación minera y de desarrollo de las infraestructuras, por valor de 9.000 millones de dólares, que firmó el año pasado con China. El FMI, que se oponía con la objeción de que el acuerdo impondría al Congo una nueva deuda masiva, rechazó la anulación de la deuda de más de 10.000 millones de dólares que ya tiene el Congo».
Esos sucesos han convertido de pronto al dudoso amigo Kabila en enemigo. China y Estados Unidos se precipitan ambos como locos sobre la inmensa riqueza de materias primas de África y EE.UU. no tolera la nueva alianza de Kabila con China.
Kabila ha enojado todavía más a sus antiguos aliados con la exigencia de renegociar contratos que garantizarían grandes beneficios a las multinacionales que explotasen los metales preciosos del Congo, con el fin de que el país se beneficie un poco de sus propias riquezas.
La RDC posee el 80% del cobalto mundial, un mineral muy precioso que se utiliza en la fabricación de aparatos tecnológicos modernos como armas, teléfonos móviles y teléfonos fijos. La RDC probablemente es el país más rico del mundo en recursos minerales –tiene de todo en abundancia, desde diamantes hasta petróleo- pero su población es una de las más pobres del mundo porque desde hace generaciones se saquean sus riquezas.
Y ahora se perfila una nueva guerra y la ONU no se mueve. Ya hay 17.500 cascos azules en la RDC sin hablar de las fuerzas especiales estadounidenses. La milicia M23 de los invasores cuenta con 3.000 combatientes. ¿Cuál fue la reacción de la ONU a la invasión? Según el New York Times:
«Los oficiales de la ONU dicen que no tienen bastante personal para repeler a los rebeldes y que temen daños colaterales, pero muchos congoleños han dado su propio veredicto. El miércoles, los agitadores de Bunia, al norte de Goma, saquearon las instalaciones del personal de las Naciones Unidas».
Si Obama y/o la ONU hubieran declarado oficialmente que defenderían militarmente de la invasión al gobierno congoleño elegido democráticamente, la milicia M23 no se habría movido.
La Organización de los Derechos Humanos y otros grupos han acusado, con razón, a los comandantes de M23 «de masacres étnicas, reclutamiento de niños, violaciones masivas, asesinatos, secuestros y torturas».
Pero en la ONU el gobierno de Obama ha defendido activamente a la milicia. El New York Times añade:
«Algunos grupos de defensa de los derechos humanos reprochan a Susan E. Rice, la embajadora estadounidense en las Naciones Unidas y principal candidata al puesto de secretaria de Estado del presidente Obama, que hasta ahora ha sido demasiado blanda con Ruanda, aliada fiel de Estados Unidos, y con su presidente, Paul Kagame, a quien conoce desde hace años. Los militantes la han acusado de dulcificar una resolución del Consejo de Seguridad que debía mencionar los vínculos del M23 con Ruanda y de intentar bloquear la publicación de una parte de un informe de la ONU que detallaba la forma en que Ruanda apoyaba en secreto al M23».
Es probable que la administración de Obama abandone su inmovilidad en cuanto sus aliados del M23 consigan derrocar al régimen y reabran el acceso de las multinacionales estadounidenses a las riquezas congoleñas. En este momento ya hay conversaciones en Uganda, un país a las órdenes de Estados Unidos, entre el M23 y el gobierno congoleño. Es poco probable que esas conversaciones den muchos resultados a menos que Kabila dimita y esa dimisión permita al M23 y a sus patrocinadores ruandeses tomar el poder en el país. El M23 sabe que está en una posición favorable para negociar, con el silencio de la ONU y del gobierno estadounidense.
Si la guerra se eterniza, habrá que esperar más silencio internacional, más masacres y limpiezas étnicas y que al pueblo congoleño, que todavía no se ha recuperado de la guerra anterior, le arrojen a los campos de refugiados donde volverá a ser masacrado por la milicia, violado, hambreado y sometido a toda la barbarie que acompaña a esta guerra particularmente brutal, una barbarie que se desencadena sin límites protegida por el silencio.
Shamus Cooke es trabajadora social y sindicalista. Escribe en Woekers Action (www.workerscompass.org)

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