¿Utilizan Washington, Moscú y Pekín el comercio global de armas para crear una nueva Guerra Fría?
TomDispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
¿Acaba de dar luz verde Washington a Israel para un futuro ataque a Irán mediante un trato de armas? ¿Acaba de señalar Rusia su ulterior apoyo al régimen sirio de Bashar al-Asad a través de un trato de armas? ¿Aumentan las tensiones regionales en Asia los rusos, chinos y estadounidenses a través de transacciones de armas? ¿Es posible que estemos presenciando el comienzo de una nueva Guerra Fría en dos regiones clave del planeta y que los presagios de ese inquietante desarrollo sean los negocios de armas?
Las ventas internacionales de armas han demostrado que son un floreciente negocio global en tiempos económicamente difíciles. Según el Servicio de Investigación del Congreso (CRS), esas ventas llegaron a la impresionante cantidad de 85.000 millones de dólares en 2011, casi el doble que en 2010. Este aumento en los gastos militares reflejó los esfuerzos de importantes potencias de Medio Oriente para reforzar sus arsenales con aviones jet modernos, tanques y misiles, un proceso constantemente alentado por los principales países fabricantes de armas (especialmente EE.UU. y Rusia) ya que ayuda a garantizar el funcionamiento de las líneas de producción interiores. Sin embargo, este modelo familiar aunque siempre inquietante puede ser eclipsado pronto por un desarrollo más aciago del comercio global de armas: el renacimiento de ventas de armas mucho más selectivas al estilo de la Guerra Fría orientadas a debilitar a los rivales y desestabilizar los equilibrios del poder regional. El resultado, inevitablemente, será un mundo más precario.
Las ventas de armas siempre han servido para múltiples funciones. Mercaderías comerciales valiosas, las armas pueden ser inmensamente lucrativas para las compañías especializadas en su producción. Entre 2008 y 2011, por ejemplo, las firmas estadounidenses vendieron equipamiento militar por 146.000 millones de dólares a países extranjeros, según las últimas cifras del CRS. Crucialmente, semejantes ventas ayudan a garantizar que las líneas de producción interiores se mantengan rentables incluso cuando las adquisiciones gubernamentales se ralentizan en el interior. Pero las ventas de armas también han servido de valiosos instrumentos de política exterior como incentivos para la formación de alianzas, expresiones de continuo apoyo y una manera de atraer nuevos aliados. Naciones poderosas en busca de más aliados utilizan ese tipo de ventas para lograr el apoyo de Estados más débiles; Los Estados más débiles que desean reforzar sus defensas consideran las compras de armas una manera de construir lazos con países más fuertes, o incluso de enfrentar a un comprador con otro en busca de las armas más sofisticadas disponibles.
Durante toda la Guerra Fría, ambas superpotencias emplearon las transferencias de armas como una forma de competencia, ofreciendo armas avanzadas para inducir a potencias regionales a que desertasen de las alianzas de otros o para contrarrestar ofertas del otro lado. Egipto, por ejemplo, fue convencido de unirse a la esfera soviética en 1955 cuando recibió armas que Occidente le había negado. A fines de los años 70 volvió al campo estadounidense después que Washington ofreció sistemas de armas mucho mejores.
En esos años, los estadounidenses y soviéticos también utilizaron transferencias de armas para reforzar a aliados claves en áreas de confrontación estratégica como Medio Oriente. Washington armó a Israel, Arabia Saudí e Irán cuando todavía gobernaba el sha; Rusia armó a Irak y Siria. Esas transferencias jugaron un papel crítico en la diplomacia de la Guerra Fría y a veces ayudaron a inclinar la balanza a favor de decisiones de ir a la guerra. En la Guerra de Yom Kippur de 1973, por ejemplo, Egipto, envalentonado por el crecimiento de su arsenal de misiles antitanque soviéticos, atacó a fuerzas israelíes en el desierto del Néguev.
Después de la Guerra Fría y del colapso de la Unión Soviética, sin embargo, el aspecto comercial de las ventas de armas se hizo más importante. Tanto Washington como Moscú ya estaban mucho más interesados en mantener sus líneas de producción militar en funcionamiento que en la búsqueda de ventajas en el exterior, por lo tanto enfatizaron el logro de contratos de los que tenían los medios para pagar, sobre todo los principales productores de petróleo de Medio Oriente y Latinoamérica y los “tigres” de Asia en plena expansión económica. Entre 2008 y 2011, el CRS clasificó a los principales compradores de armas convencionales en el mundo en desarrollo como sigue: Arabia Saudí, India, los Emiratos Árabes Unidos, Brasil, Egipto y Venezuela. En conjunto, esos seis países gastaron 117.000 millones de dólares en nuevos armamentos.
Las ventas de armas toman un nuevo camino
Solo recientemente ha vuelto a comenzar una cierta versión de duelos y competencias entre las grandes potencias, y en los primeros meses de 2013 parece estar ganando impulso. Varios eventos recientes destacan esta tendencia:
* A principios de mayo, fuentes de inteligencia occidentales revelaron que Rusia había suministrado varias baterías de misiles crucero tierra-mar avanzados al asediado régimen sirio del presidente Bashar al-Asad. Moscú había entregado previamente a los sirios una versión del misil conocido como Yakhont, pero se dice que los enviados recientemente están equipados con un radar más avanzado que aumenta su efectividad. Con esos misiles, los sirios deberían estar en mejores condiciones de disuadir o contrarrestar cualquier esfuerzo de las fuerzas internacionales, incluido EE.UU., de ayudar desde el mar a los rebeldes contra Asad o de establecer un bloqueo naval de Siria. También se dice que están negociando con los rusos la compra de misiles tierra-aire S-300 avanzados, un sistema de armas que complicaría considerablemente los ataques aéreos al país o la imposición de una zona de exclusión aérea.
Aparte de su importancia militar, la trasferencia de los Yakhont sugiere una nueva inclinación por parte de Moscú de involucrarse en ventas de armas provocadoras para imponer sus objetivos estratégicos –en este caso, la supervivencia del régimen de Asad, el único aliado de Rusia que queda en la región– incluso ante una oposición occidental concertada. Empleando un lenguaje duro, el Secretario de Estado John F. Kerry advirtió a los rusos contra una acción semejante. “Hemos dejado bien claro que preferimos que Rusia no les suministre ayuda”, declaró. “Es oficial”. A pesar de semejantes llamadas de atención, los funcionarios rusos insisten en que no tienen intención de interrumpir las entregas de armas a Asad. “Rusia goza de una buena y fuerte cooperación técnica militar con Siria y no vemos motivos para revisarla”, dijo a los periodistas el viceministro de Defensa Anatoly Antonov.
* En abril, durante una visita a Jerusalén, el Secretario de Defensa Chuck Hagel anunció un paquete multimillonario de armas para Israel. Aunque sus detalles finales todavía no se han concluido, se espera que incluya aviones de transporte con rotores basculantes “Osprey” V-22, aviones de reabastecimiento aéreo KC-135, radares avanzados y misiles contra la radiación para la aviación de ataque de Israel. “Estamos comprometidos en suministrar a Israel todo el apoyo que sea necesario para que mantenga la superioridad militar sobre cualquier Estado o coalición de Estados o actores no estatales [en la región]”, dijo Hagel a los periodistas al anunciar el paquete.
Ciertamente EE.UU. está comprometido desde hace tiempo con la superioridad militar de Israel, de modo que hay algo ritual en gran parte de la presentación de Hagel en Jerusalén. También era predecible que los medios no celebren lo que incluía. Por lo menos dos de los temas –los aviones de reabastecimiento KC-135 y los misiles contra la radiación (armamento crucial para incapacitar el sistema de defensa aérea de un enemigo)– solo podían servir a un propósito: reforzar la capacidad de Israel de realizar una continua campaña aérea contra las instalaciones nucleares iraníes, si decidiera hacerlo.
Actualmente, los mayores obstáculos militares para un ataque semejante son la incapacidad de inhabilitar completamente los sistemas de defensa antiaérea de Irán y de realizar continuos ataques aéreos a larga distancia. Los misiles y la capacidad de reabastecimiento en el aire servirán considerablemente para eliminar semejantes impedimentos. Aunque puede pasar un año hasta que se entregue y se incorpore todo este material nuevo, el paquete solo se puede interpretar como la luz verde de Washington para que Israel emprenda preparativos para un ataque contra Irán, al que China y Rusia han protegido desde hace tiempo de las sanciones más duras de la ONU.
* En marzo, Rusia aceptó la venta de 24 aviones jet multifuncionales de combate Sukhoi Su-35 y cuatro submarinos diesel de la clase Lada a China antes de la primera visita oficial del recién instalado Presidente Xi Jinping a Moscú. Aunque todavía hay que desarrollar los detalles de la venta, los observadores dicen que representará la transferencia más significativa de armamento ruso a China en una década. El Su-35, un caza stealth de cuarta generación, es superior a cualquier avión del arsenal chino, mientras que el Lada es una versión más avanzada y silenciosa del submarino de la clase Kilo que ya posee. Juntos, los dos sistemas proveerán a los chinos un aumento sustancial en su calidad de combate.
Para cualquiera que haya seguido los asuntos asiáticos de seguridad en los últimos años, es difícil considerar esta transacción como otra cosa que una reacción ante la nueva estrategia asiática del gobierno de Obama, su “pivote” hacia el Pacífico. Como anunció el Presidente Obama en un discurso ante el Parlamento australiano en noviembre de 2011, tiene que ver con un refuerzo de la ya potente presencia aérea y naval estadounidense en el Pacífico occidental –es decir las aguas frente a China– junto con el aumento de la ayuda con armas de EE.UU. a aliados estadounidenses como Indonesia, Japón, las Filipinas y Corea del Sur.
No es sorprendente que China haya respondido con un aumento de su propio potencial naval, anunciando planes de adquisición de un segundo portaaviones (el primero inició sus pruebas operacionales a finales de 2012) y la compra de armas avanzadas a Rusia para llenar los vacíos de su estructura defensiva. Esto, por su parte, va a aumentar la presión sobre Washington por parte de Japón, Taiwán y otros aliados para el suministro de más armamento todavía, provocando una clásica carrera armamentista al estilo de la Guerra Fría en la región.
* Antes de la visita del Secretario de Estado John Kerry a India, la prensa de ese país estaba repleta de informes y rumores sobre futuras ventas militares de EE.UU. Andrew Shapiro, Secretario Adjunto de Estado para asuntos políticos-militares, fue ampliamente citado diciendo que, aparte de las ventas en trámite, “pensamos que habrá miles de millones de dólares más en los próximos años”. En sus comentarios, Shapiro se refirió al Secretario Adjunto de Defensa Ashton Carter, el cual, dijo, está encabezando una iniciativa de ventas de armas, “que a nuestro juicio está progresando y que, esperamos, llevará a un avance aún mayor del comercio adicional de defensa con India”.
En realidad, hasta cierto punto esto puede verse como una continuación de ventas de armas que significan un motor económico interior, ya que las compañías de armas de EE.UU. han buscado desde hace tiempo acceso al vasto mercado de armas de India. Pero esas ventas también juegan otro papel: lubricar el impulso de EE.UU. para incorporar a India al arco de potencias que rodean China como parte de la nueva estrategia Asia-Pacífico del gobierno de Obama.
Con este fin, como explicó el Secretario Adjunto de Estado William Burns en 2011: “Nuestros dos países lanzaron un diálogo estratégico en Asia-Pacífico para asegurar que las dos mayores democracia del mundo tengan estrategias que se refuercen mutuamente”. Las transferencias de armas son vistas por los dirigentes de ambos países como un instrumento vital de la “contención” de China (aunque todas las partes tienen cuidado de evitar ese viejo término de la Guerra Fría). Por lo tanto hay que contar con que Kerry irá en pos de nuevos acuerdos de armas mientras esté en Nueva Delhi.
Repitiendo la historia
Estos son solo algunos ejemplos de recientes tratos de armas (o de los que están en discusión) que sugieren una nueva disposición de parte de las principales potencias de utilizar transferencias de armas como instrumentos de intrusión geopolítica y competencia. La reaparición de una conducta semejante sugiere una inquietante resurrección de rivalidades semejantes a la Guerra Fría. Incluso aunque los importantes dirigentes de Washington, Moscú y Pekín no hablen de la resurrección de una versión de la Guerra Fría en el siglo XXI, cualquiera con un sentido de la historia puede ver que se orientan hacia un sombrío y trillado camino hacia la crisis y la confrontación.
Lo que agrega a todo esto un toque de ironía es que importantes fabricantes y receptores de armas, incluido EE.UU., votaron recientemente en la Asamblea General de la ONU a favor de la aprobación del Tratado de Comercio de Armas que tenía el sentido de imponer importantes restricciones del comercio global en armas convencionales. Aunque el Tratado tiene muchos agujeros, carece de un mecanismo de imposición y harán falta años para lograr una implementación total, representa el primer intento genuino de la comunidad internacional de imponer verdaderas limitaciones a las ventas de armas. “Este tratado no solucionará de un día al otro los problemas de Siria, ningún tratado podría lograrlo, pero ayudará a impedir futuras Sirias”, dijo Anna MacDonald, jefa de control de armas de Oxfam International y ardiente partidaria del tratado. “Ayudará a reducir la violencia armada. Ayudará a reducir los conflictos”.
Podrá ser la esperanza, pero semejantes expectativas serán rápidamente aplastadas si los principales proveedores de armas, encabezados por EE.UU. y Rusia, vuelven a ver las ventas de armas como su instrumento preferido para lograr ventajas geopolíticas en áreas de importancia estratégica. Lejos de contribuir a la paz y la estabilidad –como invariablemente afirman los propugnadores de semejantes transacciones– cada nuevo negocio de armas involucra ahora la posibilidad de acercarnos otro paso más a una nueva Guerra Fría, con todos los riesgos adicionales de fricción regional y conflicto que significa. ¿Estamos, de hecho, ante un nuevo ejemplo insensato del viejo dicho: los que no aprenden de la historia están condenados a repetirla?
Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College y colaborador habitual de TomDispatch.com. Es autor de “The Race for What's Left: The Global Scramble for the World's Last Resources” (Metropolitan Books).
Copyright 2013 Michael T. Klare
Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175705/tomgram%3A_michael_klare%2C_a_future_in_arms/#more
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